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  • Foto del escritorNatalia Manchón

HABLEMOS DE AUTISMO


En este artículo, desde el Centro de Psicología Emoveria de Guadarrama, os vamos a dar algunos consejos a los papás y mamás sobre cómo relacionaros con niños que sufren autismo.

Recordad que el contenido de este artículo es simplemente a efectos informativos y que en cualquier caso debería buscarse ayuda psicológica y médica, primero, para una correcta evaluación y diagnóstico del trastorno, y segundo, para una vez evaluado y diagnosticado un trastorno del espectro autista, poder proceder a su tratamiento por especialistas.

Pero no por ello se debe dejar todo el trabajo a los especialistas. El papel de los padres es muy importante, son quienes conviven día a día con el niño y es por ello que esperamos que este artículo sea de vuestro interés.

Lo primero de todo es la detección, ante la duda debe acudirse a un profesional de la salud, ya que un diagnóstico precoz es un buen predictor de un mayor éxito del tratamiento posterior.

Hay algunas señales típicas que deben activar nuestras alarmas:

-Poca o nula comunicación, el niño apenas se comunica y cuando lo hace parece como si no prestase atención, no nos mira a los ojos, ni parece que nos hace caso, o cuesta mucho hacer que nos preste atención.

-Amplitud del campo de consciencia estrechado, el niño queda absorto en determinados objetos, juegos o situaciones, como si se quedase enganchado a ellos y no prestase ninguna atención a otros estímulos exteriores.

-Movimientos estereotipados, es decir, repetir la misma serie de movimientos, en secuencia, una y otra vez, ya sea balancearse, mover y agitar los brazos como espasmódicamente, etc.

Ante la menor duda, repetimos, debe acudirse a un profesional de la salud que sepa valorar adecuadamente al niño, y en su caso, diagnosticarlo. Tened en cuenta que aunque pueda haber alguno de estos síntomas no significará inexorablemente que será diagnosticado de un TEA, se le someterá a tests, entrevistas, etc, y puede ser que no cumpla todos los requisitos establecidos en el CIE-10 o en el DSM-5 para ser diagnosticado de un TEA.

Es decir, se observa algún comportamiento extraño o alguna de las señales, no lo dejéis, acudid al profesional de la salud, pero no os alarméis de antemano ni adelantéis acontecimientos, porque quizás no sufra autismo, o la sintomatología no tenga la entidad suficiente para diagnosticarlo como tal, o quizás incluso sea una falsa alarma.

Suponiendo que el niño/a está diagnosticado ya de un trastorno del espectro del autismo, he aquí algunos consejos relativos a cómo relacionarse con él:

Vamos a tratar el consejo supremo por excelencia para relacionarse con los niños que sufren de autismo, lo más importante, y se trata del JUEGO, los niños autistas disfrutan jugando, se comunican jugando, es por ello que nuestra principal aproximación debe de ser a través del juego.

Pero no podemos entrometernos sin más en el juego del niño, primero debemos proceder con un acercamiento gradual; hay que tener en cuenta los aspectos proxémicos de la situación, respetar el espacio personal del niño, no invadirlo, porque puede sentirse amenazado, al igual que cualquier persona, cuando su espacio personal es invadido, especialmente por desconocidos, pero en el caso de los niños con autismo y solo en algunos casos, incluso por sus familiares directos, los acercamientos deben ser siempre lentos, paso a paso, y estar atentos a cualquier señal que indique disconformidad o qué pueda entenderse como “ya estás suficientemente cerca, no te acerques más”. Recordad que uno de sus principales problemas es la comunicación, es por ello que puede ser difícil detectar señales de que se siente invadido en su espacio personal.


El acercamiento para jugar puede comenzar entregándole algún juguete sencillo, y acto seguido, retirarse un poco para respetar su espacio personal.

Dejad que manipule el juguete, lo observe y ver si le convence.

Caso de que no le guste o pierda rápidamente el interés por el mismo, entregarle otro juguete, hasta encontrar alguno que le llame poderosamente la atención.

Pero no debemos quedarnos en un sólo juguete, obviamente, hay que ir ampliando el espectro de juguetes, pero en tiempos sucesivos, aunque tenderá a preferir siempre algún juguete en especial hasta llegar al punto de obsesión (recordemos que suele ser una características de estos niños), pero hay que variar, e intentar que abra su mente a nuevos juguetes y nuevas experiencias.

Si al ofrecerle algún otro juguete, que pueda ser de sus preferidos pero no el número uno, el niño sufre una rabieta, hay que aplicar técnicas conductistas que hagan disminuir la probabilidad de ocurrencia de otro episodio de ira, lo que quiere decir que hay que castigarle.


Este castigo consistirá en quitarle el juguete que ha provocado su enfado, así como cualquier otro que haya en la estancia y dejarle sin jugar durante un tiempo.

El tiempo que dura el castigo depende de cada niño, pero una norma importantísima a tener en cuenta, no sólo para los niños que sufren autismo sino para todos los niños en general, es que hasta que no se haya pasado la rabieta debe mantenerse el castigo.

Si se levanta un castigo cuando el niño todavía no se ha tranquilizado asociará que se le ha levantado el castigo porque se ha enfadado y la siguiente vez se enfadará aún más.

Si por el contrario, se le levanta el castigo una vez que se ha tranquilizado, asociará que la rabieta le ha hecho perder algo que quería (jugar) y que el tranquilizarse le ha hecho recuperar eso que había perdido (la oportunidad de jugar), así que mejor estar tranquilo y no enfadarse.

De forma opuesta al castigo, hay que reforzar (premiar) los comportamientos correctos, que en este caso sería, el abrirse a nuevas experiencias, juguetes o también especialmente las comunicaciones, por muy rudimentarias que sean, para ello, por poner un ejemplo, si se abre a un nuevo juguete y vemos que juega con él y se abre a experimentar con el mismo, luego se le puede premiar con su juguete estrella.

Continuamos con el juego, una vez comprobemos que al niño le gusta el juguete, hay que animarle a que se exprese, a que hable, y para ello debemos señalar el juguete, cogerlo si nos lo ofrece y repetir varias veces el nombre del juguete.

Este lenguaje no tiene por qué ser sólo verbal, sino también gestual, así por ejemplo, si el niño juega con una pelota, debemos repetir “pelota” varias veces pero también podemos indicar de manera gestual haciendo con las manos una figura redonda, a fin de ampliar los canales de comunicación con el niño y facilitarle que pueda expresarse , ya sea gestual, verbalmente, o de ambas maneras.

Aparte de animar a la expresión y a la comunicación, verbal o gestual, hay que intentar que en el juego haya un intercambio, una transacción entre dos personas, que es al fin y al cabo de lo que se trata la comunicación. Es por ello que debemos participar en el juego, tras asegurarnos que el juguete le gusta al niño.

Lo preferible es que sea el mismo niño el que decida incluirnos en el juego, debemos estar atentos a sus señales verbales y corporales por si podemos inferir que quiere que participemos. Si no observamos esas señales, hay que irse acercando al niño, e intentar participar de manera soslayada,así, si se le cae la pelota, se recoge la misma, se dice “pelota” mientras se agita la misma y se le ofrece, y dársela y esperar algún otro momento para introducirse en el juego del niño.

La clave es introducirse en el juego como hacen los niños para introducirse en un juego en equipo cuando no han sido invitados, como por ejemplo, al fútbol, que vemos que los niños que quieren unirse al juego merodean alrededor del campo, devuelven la pelota cuando se sale del campo, hacen algunos comentarios y acaban metiéndose en el juego o siendo invitados a ello.

Centro de Psicología Infantil “Emoveria” en Guadarrama.

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